Una
noche de verano
estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
ni siquiera me miró,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!
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Segada por la muerte
Estando en París, el 14 de Julio de 1911, Leonor vomita sangre. Antonio
asustado la lleva rápidamente para diagnosticar la enfermedad. El
resultado no puede ser peor; tiene tuberculosis. Todo cambia de manera
drástica en la vida de ambos. Vuelven después del ingreso en sanatorio
de Leonor, a Soria, pues les ha recomendado el doctor el aire puro que
les aporta. Pero ya poco se puede hacer, a pesar de buscar el mejor
sitio de la ciudad, en el Mirón, para los paseos diarios. Ya no hay
esperanza y Leonor muere el 1 de Agosto de 1912 a las 10 de la noche.
El
homenaje y el cariño que recibe el poeta, por parte de todos los
sorianos es grande. Así José María Palacio, amigo del poeta,
escribe en un artículo del Porvenir Castellano:
" ...... Ha muerto la esposa amantísima de nuestro entrañable, del
amigo del alma Don Antonio Machado. Doña Leonor tan joven, tan buena,
tan bella, tan digna del hombre en cuyo corazón y en cuyo cerebro
dominan potentes destellos de inteligencia, ha muerto, y ¡parece
mentira! ¿Pobre Leonor!.
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Los
funerales por Leonor son al día siguiente en la iglesia de Santa María
La Mayor. Antonio Machado abandona Soria 8 días después, por la tristeza
que le produce ya la ciudad.
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Carta a
Unamuno
La muerte de
mi mujer dejó mi espíritu desgarrado. Mi mujer era una
criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo
tenía adoración por ella; pero sobre el amor, está la
piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla
morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que
haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo
inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que
muere.
Tal vez por esto viniera Dios al mundo. Pensando
en esto, me consuelo algo. Tengo a veces esperanza. Una
fe negativa es también absurda. Sin embargo, el golpe
fue terrible y no creo haberme repuesto. Mientras luché
a su lado contra lo irremediable me sostenía mi
conciencia de sufrir mucho más que ella, pues ella, al
fin, no pensó nunca en morirse y su enfermedad no era
dolorosa. En fin, hoy vive en mí más que nunca y
algunas veces creo firmemente que la he de recobrar.
Paciencia y humildad
Abril de 1913
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